Desde hace muchos años, los productores saben que los peores enemigos para conservar el aceite de oliva virgen extra son la luz, el aire y el calor.
Sorprende que el consumidor no sea consciente de que un envase científicamente inadecuado, una manipulación errónea o un almacenaje incorrecto perjudican, con celeridad y gravemente, la calidad del aceite de oliva y, en consecuencia, sus valores organolépticos (aroma, sabor, color...), nutricionales y saludables.